La Inmaculada

NUESTRA BUENA MADRE

Entre las varias estatuas de María que el Padre Fundador tuvo consigo y que acompañaron el nacer y el crecer de la Congregación está la que hemos llamado: la estatua de María "nuestra buena Madre".

La original e histórica que se conserva actualmente en la sala del Consejo General, en Roma es una estatua de yeso, policromada con gran paciencia y maestría. Mide 0,75 m. de altura y representa a la Virgen María como MADRE, con el niño Jesús dormido en los brazos y el gesto tan infantil de "chuparse el dedo"... Se puede afirmar que es una lograda expresión plástica del Salmo 130. En él, para motivar nuestra confianza ilimitada en el Señor, el salmista recurre a una imagen muy familiar: "Señor, mi alma está en mí como un niño / como un niño pequeño en brazos de su madre"... En esta imagen contemplamos a Jesús niño, tranquilo y confiado, en actitud de total abandono en el regazo materno. Se diría que nada teme "porque está con su madre"...

Esta actitud el "abandono filial" fue una de las fundamentales de Marcelino en relación con la virgen María.

El P. Champagnat y los componentes de su "espiritualidad mariana"

La espiritualidad de Marcelino es cristocéntrica y mariana ("Jesús y María), al mismo tiempo que apostólica ("en la educación cristiana").

El Hno. A Balko, el investigador "en profundidad" del Fundador, al estudiar los componentes del "espíritu marista", los reagrupa en cuatro: espíritu de sencillez (evangélica), espíritu de familia, espíritu de trabajo y espíritu mariano. Y en este último campo hace un largo análisis de las formas o grados que configuran la espiritualidad mariana de Champagnat. He aquí los cuatro aspectos que él señala:

Manifestación fundamental: la invocación o súplica a María.

Su actitud más profunda ante María: El abandono confiado y filial

Fruto del abandono-consagración: La identificación o pertenencia a María

Pero no hay idolatría de María: "Con María lo tenemos todo: ¡JESÚS!"