FELICITACIONES A LOS BACHILLERES DEL BICENTENARIO MARISTA, PROMOCIÓN 125.

FELICITACIONES A LOS BACHILLERES DEL BICENTENARIO MARISTA, PROMOCIÓN 125.

Estimados bachilleres, jóvenes y señoritas aquí presentes, próximos a un nuevo despertar en la vida como exalumnos maristas, de verdad, qué tan rápido han pasado sobre el tiempo. Parece que fuera ayer. En el 2016, eran unos estudiantes que corrían por el patio y los corredores de su colegio como verdaderos adolescentes. En el aula de clase casi nadie los hacía callar. Los veíamos como unos estudiantes alegres, muy unidos, entre otros detalles maravillosos, propios de ustedes.

Es muy curioso y representativo para nosotros, saber que Sócrates, en el año 400, antes de Cristo, decía: “Los jóvenes de hoy en día adoran las cosas lujosas; tienen malos modales y desprecian la autoridad; muestran una falta de respeto hacia los mayores y les encanta platicar en donde estén. Los jóvenes son hoy en día unos injustos y no son serviciales en sus casas. Nunca se levantan cuando los mayores entran en la casa. Les llevan la contraria a sus padres, hablan delante de la gente, comen golosinas en la mesa, cruzan sus piernas y les faltan al respeto a sus maestros.

” Posteriormente, Aristóteles se refería a los jóvenes y decía de ellos: … “Todos sus errores son por exceso e impetuosidad: aman en exceso, odian en exceso. Creen saberlo todo y están absolutamente seguros. Cometen agravios por injuriar, no por hacer daño. Son compasivos, porque suponen a todo el mundo noble y mejor de lo que es, pues miden al prójimo por el nivel de su propia inocencia. Son propensos a reír y por ello también bromistas, pues la broma es una insolencia atemperada por la buena educación. Así es, pues, el modo de ser de los jóvenes”.

Ustedes, jóvenes y señoritas del siglo XXI, ¿son distintos a los del tiempo de Sócrates y Aristóteles? ¿En qué parecen ser iguales o diferentes? Pues, bien, en el contexto de estas mismas circunstancias, Fernando Vásquez Rodríguez dice que “la juventud es, por lo general, una etapa de búsqueda, un tiempo de permanentes éxodos”. El mismo autor sostiene que “el joven pasa por una etapa en donde no se siente ni se quiere pensar como niño, ni tampoco posee la madurez y la independencia económica para saberse adulto. De allí que nuestros jóvenes nos parezcan sin rumbo, caprichosos, volubles, yendo de aquí para allá, sin saber muy bien lo que quieren. Desde luego nuestros consejos no siempre serán escuchados o tenidos en cuenta. Cuando se es joven, queremos transgredir, saltar los muros, ver donde todos dicen que no se puede mirar”.

A los exalumnos de la promoción 124, Generación Centenaria de nuestro instituto, en un día como estos, les refería las palabras de Michel Quoist. Hoy se las proclamo a ustedes, bachilleres del Bicentenario Marista:

“Un muchacho está hecho de virtudes complejas: Tiene el apetito de una jirafa, la digestión de un tragaldabas, la energía de una bomba atómica de bolsillo, la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador, la imaginación de Julio Verne, la timidez de una violeta, el entusiasmo de un cohete, y cuando se pone a hacer algo, posee cinco pulgares en cada mano. Las mamás los adoran, las niñitas los odian, las hermanas y los hermanos mayores los toleran, los adultos los desconocen y el cielo los protege”.

Digámoslo con tono más familiar, “un muchacho es como una criatura mágica: lo podemos espantar de nuestro sitio de trabajo, pero no lo podemos sacar de nuestro corazón. Son nuestros captores, carceleros, jefes, maestros, pero cuando volvemos, quizás al atardecer a nuestros hogares, a veces con nuestros sueños e ilusiones destrozadas, él puede juntarlas en pedazos y dejarlos como nuevos, con las sencillas palabras mágicas: ¡Hola, papá; ¡hola, mamá!” Demos por imaginado, también, que ojalá pueda decir: ¡Hola, maestro/a!

Y en esto, Gandhi sale a nuestro paso para confrontarnos, pero también, para fortalecer nuestro espíritu:

“Ayúdame a ser como soy. Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das la humildad, no me quites la dignidad”.

Y en verdad, como dice el poeta:

“De lo que sembramos, es lo que recogemos”.

“Maestro, que tu fruto permanezca en el tiempo; nunca ceses de sembrar esperanzas. Que la vida toda espera de ti, los caminos pedregosos, polvorientos, te tocará a ti construir” (Nelly Hidalgo Ojeda).

“Para vivir es necesario tener coraje, decía Khalil Gibrán, he insistía con acendrado ímpetu: “Tanto la semilla intacta como la que rompe su cáscara tienen las mismas propiedades; sin embargo, solo la que rompe su cáscara es capaz de lanzarse a la aventura de la vida. Esta aventura requiere una única osadía: descubrir que no se puede vivir a través de la experiencia de los otros y estar dispuesto a entregarse… No importa lo que me espera, yo deseo estar con el corazón abierto”.

En ese mismo sentido, Hannah Arendt, decía con mucha sencillez, que “no se puede educar sin enseñar al mismo tiempo; una educación sin aprendizaje es vacía y, por tanto, con gran facilidad degenera en una retórica moral emotiva. Pero es muy fácil enseñar sin educar, y cualquiera puede aprender cosas hasta el fin de sus días sin que por eso se convierta en una persona educada”; y Michel Barlow completa el argumento al decir que “la tentación de amor consiste en amarse a sí mismo, en amar al otro por la satisfacción que produce y no por él mismo… No se trata, para el maestro, de hacerse amar, sino formar espíritus”. También, algo parecido decía Henry Brooks Adams: “un maestro trabaja para la eternidad. Nadie puede decir dónde acaba su influencia”. ¿Y qué diríamos nosotros hoy? Formar el carácter, aprender a luchar con gallardía en y para la vida.

Sin embargo, es un encuentro y una provocación que a veces supone cierta destemplanza: “Qué dura eres, le dice la tierra a la reja del arado que la rotura”. Hay que amar con amor de padre y madre a los hijos, hay que amar entrañablemente a nuestros estudiantes, no como a un público que hay que seducir, sino como a hijos entrañables a los que hay que ayudar a que asumen sus propias responsabilidades, tomen sus propias decisiones.

Ahora bien, no son palabras mías, son las de Michel Barlow, cuando dice: “Amar con una exigencia totalmente paternal, una exigencia dura y llena de esperanzas. Sin ese afecto sin complacencias, no se puede hacer nada bueno… Y si los libros de clase hablaran de amor, un buen alumno es un viajero sin equipaje. No hay que equiparlo, sino aguzarlo, afilarlo. Ojos para ver, oídos para oír, y una cabeza bien hecha, es decir, disponible, porque el verdadero secreto no consiste en brillar como un faro o como un gusano de luz, sino en arder de amor y propagar el incendio”.

Ustedes, jóvenes y señoritas del Bicentenario Marista, no olviden ser agradecidos/as con auténticas expresiones que salgan de sus corazones para con sus padres, maestros y cuantas personas los ayudaron a ser grandes hombres del mañana. Pues, en varios momentos les he proclamado que, un estudiante marista, un egresado marista, tendría que expresar en la esencia de su ser, la herencia de su propia cuna, su familia, su hogar, su colegio, sus compañeros, sus amigos; y, así como decía Albert Camus, cuando supo que había sido nominado al premio de literatura.

Querido señor, Germain, mi querido maestro:

“Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Lo abrazo con todas mis fuerzas”.

Albert Camus.

Sí, con toda el alma, padres y maestros queremos hombres y mujeres con corazones y mentes extraordinariamente visionarias, con capacidades extremas para albergar pensamientos llenos de entusiasmo y alegría por la vida; deseamos y queremos ver jóvenes y señoritas con mentalidad de grandeza y sentimientos apasionados para desarrollar empresa, para idear un futuro de emprendimiento, pero a la vez, solidarios sin medida por el otro como su hermano, su compañero, su vecino, su amigo…Queremos personas con capacidad para soñar ideales portadores de creatividad, que no se conforman con la pequeñez o la mediocridad, sino que sean verdaderamente transformadores de la cultura, de la sociedad, del mundo entero, gracias a su trabajo con tenacidad, a su paciencia sin límites y a su visión de futuro que es un horizontes sin límites.

Para terminar, quiero dejarles una impronta en sus corazones, y que esa impronta, ojalá fuera dibujada en alto relieve con finos latidos de sangre por una inviolable pasión por la vida y con hilos de eternidad para que traspasara las rutinas del tiempo y la novedad fuera una tarea permanente para emprender en cada instante un nuevo camino, un nuevo comienzo.

En consecuencia, ustedes son nuestras verdaderas esperanzas; ustedes son nuestras grandes afirmaciones de liderazgo y emprendimiento en la vida de estos tiempos difíciles que nos toca vivir, en los que la incertidumbre y la complejidad son de alguna manera las anclas que nos proporcionan seguridad.

Que la voluntad de nacer a algo nuevo cada día, sea un desafío permanente, así como el fortalecimiento de esa misma voluntad y de una fe profunda e inquebrantable para renunciar a todas las certezas y espejismos que no les dejen encontrar la verdad.

Que el Niño Jesús de Belén, María y José, creadores de hogares para acunar la vida con esmero, Marcelino Champagnat enamorado de los niños y los jóvenes, especialmente de los más necesitados, fortalezcan sus corazones, iluminen sus mentes y aviven todo su ser como buenos cristianos y virtuosos ciudadanos para ser sembradores de paz, constructores de una sociedad, en la que todos y todas podamos tener un lugar para realizarnos plenamente como hermanos e hijos de Dios.

Felicitaciones por su esfuerzo y empeño constantes por ser mejores cada día.

Un abrazo de corazón para ustedes y sus padres.

Pasto, noviembre 25 de 2017.

Antidio Bolívar Enríquez Oviedo.

Pasto, noviembre 24 de 2017.