EL MUNDO NO ES NUESTRO. ES DE LAS NUEVAS GENERACIONES

Una vez en la universidad tuve un compañero que hacía de una caja de cartón la vivienda de una enorme tarántula que habitaba con él en su habitación: Una araña de abdomen redondeado y con muchos vellos entre negros y dorados en el tórax.

Las largas extremidades eran como dedos enormes con varios anillos blancos y negros. Los estudiosos dicen que las tarántulas se alimentan de insectos o en algunos casos de animales como ratones o cría de pájaros recién nacidos. Mi compañero la alimentaba con pedacitos de carne muy fresca, al parecer de res. Cada cierto tiempo se revestía de una hermosa piel. Salía de su propio caparazón y quedaba nuevecita. 

En cierta ocasión, una compañera que casi siempre llevaba un impecable vestido blanco nos acompañó a hacer un trabajo de grupo. Y en un momento de distracción, nuestro amigo de tarántulas le colocó el viejo caparazón que acaba de dejar la joven araña, en la superficie más visible del vestido, justo en el lado del corazón de nuestra compañera. Ella al ver semejante tarántula en su cuerpo, no hacía otra cosa, sino gritar con desesperación: “Maldito, maldito, quítame ese animal”.

Pues, bien, a propósito de arañas, Kin Wood, en su obra, “el mundo es tuyo, pero tienes que ganártelo”, hace referencia a una “especie de araña que deposita cuidadosamente una gran cantidad de huevecillos en la corteza de los árboles y luego los disfraza con su tela. Al cabo de cieno tiempo, las crías salen de los huevecillos y la madre, sin pensar en sí misma, se dedica a alimentar a sus pequeños, tal y como lo hacen todos los animales e insectos”. Finalmente, muere por agotamiento. Pero, más sorprendente aún, en otra especie de arañas, la madre se entrega totalmente a las recién nacidas y todo su cuerpo se convierte en alimento. Como bien lo menciona Kin, “es conmovedor darse cuenta de que la vida de las arañas recién nacidas dependa de que su madre se sacrifique, y de que tenga que morir para que sus pequeñas vivan”.

En cierto sentido podríamos decir que, la prosperidad de una generación depende de alguna manera del sacrificio hecho por los padres, de los maestros y de todos aquellos son capaces de anticipar horizontes visionarios de un pueblo o de una nación. Nosotros somos hoy lo que fueron nuestras generaciones anteriores, pero también somos, lo que dejaron de hacer. Somos sus audacias y sus miedos; somos su sensibilidad frente a la vida y su poca flexibilidad mental para defender, preservar y proyectar la defensa del destino de la tierra y de la humanidad. Sin embargo, nuestro compromiso cósmico de cooperación tendrá que ser alimentado desde las urgencias de la familia de nuestro tiempo; a veces débil, sin la suficiente fuerza para acunar valores, pero esa es la familia que nos merecemos hoy. Y de las aulas de clase de la escuela, en las que los estudiantes ya no quieren permanecer como pretexto para aprender, sino como refugio para entretenerse en las redes sociales y una débil oportunidad para sentirse acompañados entre ellos mismos, porque el hogar ya no es el nido en el que se encuentra el calor para afinar amorosamente los pasos por y para la vida. 

Entonces, y de conformidad con lo anterior, tendríamos que acoger sin mayores recelos la parábola de aquel anciano, que acampaba desde tiempo inmemorial al pie de una gran montaña. Éste, al sentirse enfermo, llamó a sus tres hijos y les dijo: “Subid a la montaña santa. Quien me traiga el regalo más bello me sucederá como jefe. Uno de los hijos le trajo una rara y hermosa flor. El otro le entregó una hermosa piedra multicolor. El tercero le dijo al padre: “Yo no traigo nada. Desde la cumbre de la montaña pude ver en su otra vertiente maravillosas praderas y un lago cristalino. Tan impresionado quedé que no pude traer nada; pero vengo obsesionado por ese nuevo emplazamiento para nuestra tribu”. Y el anciano jefe replicó: “Tú serás el jefe, porque tú me has traído como regalo la visión de un futuro mejor para nuestra tribu”.

Que podamos decir como Gandhi: “Tenemos que ser nosotros, el cambio que queremos ver en el mundo”. 

Ojalá seamos el regalo de un nuevo futuro para las generaciones que tenemos en nuestras manos.

Antidio Bolívar Enríquez Oviedo.

Pasto, septiembre 17 de 2017.