UN TAL JESÚS, EL LÍDER DE LA VIDA.

En muchas circunstancias nos hemos preguntado, ¿Quién es Jesús de Nazaret? Y sin dunda alguna vamos a encontrarnos con un buen número de respuestas. Posiblemente, ninguna será completa. Al respecto, los estudiosos afirman que Jesús es el hombre que rompe todos los esquemas.

Que no se parece a nadie, que su figura no puede confundirse con la de ningún otro de los grandes líderes del espíritu a lo largo de la historia. En este contexto, Luis Martín Descalzo, nos refiere las palabras de Fray Angélico: “Quien quiera pintar a Cristo, sólo tiene un procedimiento: vivir con Cristo”. Sabemos por lo que nos han contado, que los discípulos más cercanos a Jesús, abandonaron su casa y su familia, su trabajo y hasta su mismo pueblo, para compartir con Él su estilo de vida y su misión. Estamos seguros que, para tomar una decisión de esta índole, necesariamente tiene que ser consecuencia de una seducción. En esa relación de confianza y adhesión, de seguimiento y compromiso, los discípulos comenzaron a entender y comprender las palabras de Jesús y narrar con más convencimiento las sorprendentes acciones que Él realizaba. Pues, en ese mismo círculo de intimidad se conservaron y comentaron las enseñanzas que Jesús les había dirigido sólo a ellos para asociarlos a su misión y hacerlos mensajeros de la buena noticia que Él anunciaba. Pero, además, les encarga dos acciones muy importantes, compartir la mesa y expulsar demonios. Y en estas mismas circunstancias de cercanía, de adhesión y fe en Él, quedaron grabados los recuerdos más profundos de esta relación, que posteriormente recogieron los escritores sagrados para las generaciones venideras.

En cierto modo, las tareas que comprometieron el ser y quehacer de los discípulos de Jesús fueron éstas: Proclamar la Buena Noticia del Reino de Dios entre los hombres, compartir la mesa y expulsar demonios. Sin embargo, no sabemos qué tan bien le iría a este pequeño grupo con la expulsión de demonios. Aquellos demonios que se disfrazan con piel de cordero y cada vez se arraigan con más fuerza en el corazón y en el actuar del hombre. Es innegable, por tanto, que el grupo de los discípulos en el que se comentaban las enseñazas de Jesús y sus acciones, ofrecía un contexto adecuado para esta maduración.

Al margen de lo anterior y a propósito de expulsión de demonios, me viene a bien contar una historia de vida, la de Jill B. Taylor, en su obra, “Un ataque de lucidez”, como un viaje personal hacia la superación. En una mañana y de un momento a otro no podía caminar, hablar, leer, escribir ni recordar nada de su vida; se convirtió en una niña en el cuerpo de una mujer, como lo afirma ella misma. Una malformación congénita no diagnosticada en los vasos sanguíneos del hemisferio izquierdo de su cerebro estalló de manera inesperada, convirtiéndolo en una laguna de sangre. 

Para quienes entienden de computadores, agrega Jill Taylor, “nuestro hemisferio derecho funciona como un procesador en paralelo, mientras que el hemisferio izquierdo funciona como un procesador en serie. Los dos hemisferios se comunican entre sí a través del cuerpo calloso; pero a vez, están separados para procesar la información de manera diferente”. Son dos personalidades distintas que actúan de manera hermanable permanentemente. “Nuestro hemisferio derecho se ocupa del momento presente. Solamente trata con el aquí y el ahora, piensa en términos de imágenes y aprende mediante el movimiento de nuestros cuerpos. En cambio, del hemisferio izquierdo piensa de manera lineal y metódica, se ocupa solo del pasado y del futuro, piensa utilizando el lenguaje. Está pendiente de los detalles diarios de la vida”. Estos relatos los ha expresado con tanta claridad cognitiva después de ocho años de recuperación, gracias al afecto de su familia, a los recursos avanzados de la ciencia, pero, sobre todo, su capacidad personal para recuperarse por encima de todas las dificultades. Aquí están nuevamente sus palabras: “Tras haber realizado este inesperado viaje a las profundidades de mi cerebro, estoy agradecida y asombrada por haberme recuperado por completo, física, cognitiva, emocional y espiritualmente”.

Tras este punto de vista y toda la riqueza compartida por la autora en su obra, me motiva a compartir con los lectores algo que ha sido motivo de mi reflexión por varios años, especialmente cuando logré adentrarme en el corazón de la autora en mención. De los 100.000 millones de neuronas que componen nuestro cerebro, sin contar el número de células glías, que sin ellas no podría funcionar nuestra fuerza pensante, porque apoyan de manera incondicional la actividad neuronal. En este sentido, comenta Taylor, que el 99% de las células que conforman su cerebro y de todo su cuerpo quieren que sean feliz, esté sana y tenga éxito. La parte negativa de su cerebro, que juntándola alcanza el tamaño de un guisante y corresponde a los pensamientos que se destacan por su habilidad para activar nuestros circuitos de perdición y tristeza; para activar nuestros miedos, nuestros odios y egoísmos, envidias y venganzas. Son aquellos movimientos neuronales que promueven pensamientos negativos, tales como la arrogancia, el sarcasmo o los celos, que nos convierten en malos perdedores, aprendemos a guardar rencores y a escondernos en nuestras propias mentiras. ¿No es cierto, que todo está en nuestra mente?

¿Serán, entonces, nuestros propios demonios interiores, que nos toca luchar con todas nuestras fuerzas humanas y espirituales para expulsarlos de nuestro corazón? ¿Acaso tenemos oportunidades en nuestra vida para deshacernos de esas fuerzas del mal que habitan en nuestro interior? 

Jesús, como el hombre completo en el sentido de la palabra, siempre fue equilibrado en sus gestos y posturas. Quien lo había visto en la forma de curar a los enfermos, nunca lo olvidaría. O cuando tenía que reprender, fue enérgico, pero nunca lo encontraron descompuesto. Pues, al parecer, sus discípulos nunca jamás le encontraron debilidad alguna. 

Él tendrá que ser el Líder de nuestra vida, el que nos puede ayudar a cambiar nuestros pensamientos y actitudes por unos gestos más humanos, más de hermanos y hermanas. Él, Jesús de Nazaret, es el que tiene la facultad para ayudarnos a ser flexibles en nuestros pensamientos, adaptables y constructores de nuevas posibilidades en el mundo. Pero, ante todo, ayudarnos a despojar nuestros pensamientos negativos siendo más humanos, comprensivos, tolerantes; en una palabra, misericordiosos con los demás. 

Que Jesús Resucitado, sea el Señor de nuestras vidas.

Antidio Bolívar Enríquez Oviedo.

Pasto, abril 10 de 2017.