SIN PASIÓN NO HAY APRENDIZAJE.

Robert Fritz al preguntarse sobre el propósito de la educación, admite que se debe hacer más sociables a los jóvenes para que encajen en nuestra sociedad, que se debe prepararlos para asumir una fuerza de trabajo, como también, introducir a la juventud en las grandes posibilidades que ofrece la vida; pero lo que más acentúa como propósito fundamental de la educación, es el hecho “de ayudar a los jóvenes a aprender cómo crear la vida que realmente quieren”.

Y en cierta medida, de eso debería tratarse: sembrar pasión en los niños y jóvenes para aprender a soñar, aprender a aprender, aprender a pensar, aprender a hacer, aprender a tener; pero, sobre todo, aprender a ser.  Y la verdad, es que sin pasión no hay aprendizaje; sin pasión no es posible avivar la capacidad de soñar; sin pasión no tendría estatura suficiente la capacidad creadora del hombre y de la mujer. Sin pasión no hay búsqueda de grandes desafíos, como bien decía Peter Senge: “cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal grandeza indescifrable, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un ideal. Es brasa sagrada capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala. Si la dejas apagar, no se reenciende jamás”. 

No hay conocimiento sin amor, decía Piaget. Y con admirable convencimiento lo expresaba Miguel de Subiría en una ocasión: “los sentimientos son singulares e inestables, los intereses son vitales y la pasión compromete a la persona toda su vida. Los sentimientos duran semanas, las actitudes años, los intereses o valores décadas y las pasiones ocupan la existencia”.

Tras este punto de vista de los laberintos misteriosos del aprendizaje, no es posible forjar talentos sin pasión; Entonces, ¿será fácil hablarles a nuestros jóvenes de hoy, sobre una gran dosis de pasión o del hábito de razonamiento creativo, así como lo advierte Robert Manzano: “Sigue adelante aun cuando sea difícil; desafíate a ti mismo e inténtalo; ten claro lo que deseas y persíguelo; busca maneras nuevas y diferentes”? Al parecer, no hay arte sin disciplina, ni disciplina sin sacrificio. 

Conviene decir, entonces, y ojalá, con tono exagerado que, el interés de todo educador debería estar centrado y orientado a ayudar a desarrollar y fortalecer el aprendizaje en los estudiantes de tal forma que, toda la motivación interior esté vigorizando las ganas de aprender, y aprender con tanta fuerza vital incambiable, que se pudiera mencionar, como escribía Novak, que los estudiantes “tengan la oportunidad de actuar con ideas, fingir que son del planeta Tierra y describir una órbita alrededor del sol con una inclinación de 23 grados con respecto al Polo Norte. Disimular que están, primero, en el Polo Norte, y después, en el Polo Sur”.

Necesariamente para alcanzar este tipo de aprendizaje sobresaliente hay que sentir y transferir pasión, como en alguna oportunidad decía un docente de matemática a un grupo de maestros, entusiasmados con la actualización de sus procesos formativos: “Nos toca a los maestros sentir y sembrar pasión por la vida, el aprendizaje, el conocimiento y los valores. Cuando compartimos nuestros saberes con los estudiantes, ellos deben percibir que por los poros de nuestra piel emanamos pasión, sabiduría, ganas de aprender. Es la misma ciencia la que debe vibrar a través de nuestro cuerpo, para cautivar el entusiasmo y el deseo ferviente de nuestros estudiantes por el aprendizaje”. Por eso, nos parece importante develar y colocar en práctica los avances de un aprendizaje eficaz, que sea capaz de promover en los estudiantes desarrollos significativos, prósperos y con fuerza suficiente para transferirlos en el trabajo y en la misma vida, de tal manera que el aprendizaje, el conocimiento y el desarrollo del pensamiento constituyan una oportunidad sin precedentes.

Por eso, no me da temor decirles a los maestros y padres de familia en cualquier contexto, que nuestra extraordinaria pretensión es formar a los niños y jóvenes con aires de grandeza, sencillos, solidarios y trabajadores hasta el extremo, con facultades siempre salidas de tono para pensar, sentir y actuar como empresarios, científicos, transformadores generosos y audaces de nuestras culturas, para humanizar cada vez más al hombre y a la mujer, en pro de una sociedad más justa, más honesta, más audaz y visionaria.

Ésa tendrá que ser nuestra tarea, humanizarnos profundamente, bien sea como padres de familia o como maestros y ayudar a humanizar el mundo con pasión

Antidio Bolívar Enríquez Oviedo.

 Pasto, febrero 20 de 2017.